1ª Velada poética
junio 19, 2013Nacida en los brazos de satanás
junio 23, 2013Presentación de la propia autora, Dña. Mª Teresa Fuentes Caballero.
Con mi intervención,trataré de relatar de forma sintética el PORQUÉ y el CÓMO del proceso de trabajo que he llevado a cabo en La Barca de la Florida, que es el origen de la publicación que aquí vamos a presentar hoy. Pero también considero importante dar algunas pinceladas acerca de qué ha significado el proyecto; cual ha sido el impacto que ha tenido, para las personas que lo han protagonizado y, sobre todo, para la comunidad en la que se ha desarrollado.
- 1.De la cercanía a la Proximidad como perspectiva
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“(…) Comprenderse es apropiarse de la propia vida de uno. Ahora bien, comprender esta historia es hacer relato de ella; conducidos por los relatos, tanto históricos como ficticios, que hemos comprendido y amado, nos hacemos lectores de nuestra propia vida (…)” (P. Ricoeur)
El origen de este proyecto es un claro ejemplo de cómo las historias más cercanas pueden convertirse en una fuente de inspiración para los profesionales que nos dedicamos a la intervención socio cultural.
Cuando empecé a pensar en el proyecto Coser y C@ntar yo vivía en Barcelona y tenía la impresión de que muchas mujeres mayores no se identificaban con las propuestas de actividades que les ofrecían las entidades públicas. Conocía de cerca a algunas de ellas que pasaban muchas horas con la labor en la mano, en la soledad de sus salas de estar. Me daba cuenta de que se estaba perdiendo la tradición de reunirse para hacer labores y conversar; una costumbre, por cierto, muy sana, ya que permitía comunicarse y compartir penas y alegrías con las amigas y vecinas, algo sumamente terapéutico. Pero además, esos encuentros informales eran propicios para recordar acontecimientos del pasado común; historias y anécdotas que iban pasando de generación en generación y de ese modo se convertían en parte del patrimonio colectivo.
¿Por qué no crear un espacio de encuentro donde pueda darse ese tipo de comunicación?, pensé yo. Y me puse a diseñar el proyecto, al que di el nombre de Coser y C@ntar. Un título que, efectivamente tiene un doble sentido: el de contar y cantar, ya que, como sabéis, una parte importante de la tradición oral es la música.
Me propuse que, a través de sus recuerdos, las mujeres pudieran ir re-construyendo los distintos ciclos vitales; que accedieran a sus historias personales desde un espacio donde tenían la posibilidad de reflexionar y dar nuevos significados a lo vivido.
Alguien podrá pensar que narrar las experiencias vitales es algo demasiado personal, sin mucho interés para llevar a cabo en un espacio que se pretende que sirva al desarrollo local.
Aunque a primera vista esto sea así, y efectivamente, el método tenga esa dimensión casi clínica o semi terapéutica, lo cierto es que en los últimos años, el método narrativo se ha ido incorporando paulatinamente a los más variados ámbitos de intervención social y cultural.
Es un modo de acercarse al conocimiento, en el que se da protagonismo a grupos y colectivos que tradicionalmente han sido silenciados. Son ellos, los ciudadanos corrientes, a través de las narrativas personales, los que nos introducen en el mundo de los valores; a las variadas maneras en las que los sujetos construyen identidades personales, familiares, étnicas, de género y de clase.
Pero cuando la narración personal se comparte con otros sujetos, esa comunicación intersubjetiva de trayectorias, experiencias y significados, adquiere otra dimensión: Las vivencias, las formas de trabajar, las costumbres y los códigos culturales más o menos explícitos, dejan de ser individuales, para convertirse en parte del patrimonio y la identidad de un grupo, incluso de una colectividad.
Es desde esta perspectiva, desde donde yo he abordado mi trabajo con un grupo de mujeres de La Barca de la Florida, como un ejercicio a la vez individual y colectivo de recuperación de la memoria de lo cotidiano; entendida ésta como un patrimonio que hay que desvelar, que hay que sacar de esa invisibilidad histórica en la que ha permanecido durante siglos.
Curiosamente, aunque este proyecto nació en Catalunya, al trasladarme a vivir a Andalucía, lo propuse concretamente en La Barca de la Florida, una pedanía de Jerez, ciudad en la que resido desde el año 2005.
- 1.Coser y C@ntar: Un espacio para la memoria y la narración de experiencias en femenino plural
Los objetivos:
- Revalorizar las habilidades y experiencias de la cotidianeidad, como parte del patrimonio y de la identidad de grupo.
- Transmitir a las generaciones futuras las distintas formas de expresión, los rituales, usos y costumbres, que están en riesgo de desaparición y que forman parte de nuestro patrimonio común.
- Fortalecer la imagen de sí misma y la autoestima de las mujeres a través de la recuperación de la propia trayectoria vital como medio que ayude a:
- Tomar conciencia de la propia valía
- Reconocerse mutuamente en las experiencias compartidas
- Diferenciarse a través de la autobiografía
- Revalorizar la aportación de las mujeres a la cultura y la historia
- 2.El desarrollo de la experiencia en La Barca de la Florida
- a)El grupo: un espacio para re-conocerse y compartir
Un grupo es algo que se construye y, por tanto, pasa por diferentes etapas, hasta conseguir el objetivo para el que fue creado; casi siempre nos sorprende con sus vaivenes, y nos obliga, muchas veces, a replantearnos lo que estamos haciendo. Pero también el grupo es un acto creativo que sirve de laboratorio para entendernos, y nos enseña nuevas perspectivas sobre lo que somos y lo que hacemos. Esta ha sido al menos la experiencia que hoy quiero compartir con vosotros.
El preámbulo de nuestro trabajo en La Barca de la Florida fue la convocatoria del colectivo de mujeres mayores de la población, a través de las asociaciones y espacios de participación de éstas. El centro de mayores fue el lugar de encuentro.
En la primera reunión presentamos el proyecto y dimos la posibilidad de que las mujeres expresaran sus dudas acerca de cómo y el para qué. Aquí debo decir que jugó un papel importante la intención de que el producto obtenido a través del trabajo grupal, se pudiera llevar al papel, como una publicación. Esa posibilidad de ver sus vidas en un libro, animó a la participación.
No olvidemos que, en este caso, había un elemento singular: La Barca es una población joven, sin mucha historia: unos cincuenta años más o menos. Indiscutiblemente, hablar de la vida personal, era hablar del origen y desarrollo de su pueblo; de cómo ellas han contribuido con su esfuerzo y su voluntad al cambio de fisonomía y de estilos de vida que se han producido en esa población.
Teníamos la oportunidad de recuperar parte de la historia de La Barca; una historia, a partir de las voces y la perspectiva de un colectivo, hasta ahora invisible y mudo: las mujeres.
Así se lo expusimos al grupo y, a partir de ahí, pudimos negociar un calendario y la hora más adecuada para el encuentro semanal. Para ello contamos con los intereses y el tiempo disponible de la mayoría de las mujeres que asistieron a la sesión informativa. En enero de 2006 empezó la experiencia.
b) El perfil de las mujeres
La mayor parte de las mujeres que acuden a las primeras sesiones están entre los 65 y 77 años, aunque algunas no llegan a los sesenta. Finalmente se añade una persona con 84 años, que tuvo una participación desigual, debido a las limitaciones físicas de su edad. Un dato significativo sobre el grupo es su precaria o nula escolaridad. Más de la mitad nunca asistieron a la escuela y el resto se pueden considerar analfabetas funcionales.
Habitualmente dedican las tardes a hacer labores; así que para ellas era un aliciente aprovechar ese espacio de actividad para contar sus historias. Finalmente éste es un criterio abierto, ya que algunas de las integrantes del grupo prefieren tomarse la tarde del taller como un tiempo libre, en el que disfrutar de compañía y llamar a los recuerdos. En definitiva, algunas cosen, hacen croché o punto de media; otras sólo acuden a la llamada de los relatos y al interés que despierta la actividad.
c) El proceso: Creando un espacio para la confianza y la colaboración
Al principio hubo un gran interés y se tuvieron que formar dos grupos de 12 mujeres cada uno, para poder trabajar con eficacia. Este hecho determinó que durante dos meses se tuvieran que hacer dos reuniones semanales, una con cada grupo. En el mes de marzo, el taller quedó consolidado, con la asistencia más o menos continúa de entre 14 a 16 mujeres en total. A partir de entonces, se realizó una sesión por semana, durante una hora y media.
Como conductora del proceso grupal, sabía que tenía que crear un espacio de confianza suficiente como para que fuera posible lo que pretendíamos: un grupo capaz de intercambiar y compartir experiencias vitales, que no sabíamos hasta dónde podrían llevarnos
Pero para tener éxito en lo que me proponía, tenía que considerar al menos dos aspectos que, en un principio, me parecían fundamentales:
Por un lado, no era fácil para mí entrar a formar parte de un mundo y un sistema de valores compartido, del que me consideraba, en cierto modo, ajena. Sorprendentemente, en muy poco tiempo, pude comprobar lo cercanas que estaban mis experiencias primeras de niña de pueblo, a las que narraban las mujeres. Poder compartir con ellas algunas vivencias fue uno de los factores que más nos acercaron.
Por otro lado, había que evitar el miedo a expresarse con espontaneidad y no acabar trivializando las sesiones, con conversaciones y charlas de café. Para eso, las mujeres tenían que sentirse seguras, confiadas en que lo que allí se iba a decir no sería mal utilizado ni cuestionado; que entendieran la diferencia entre intimidad y trayectoria personal. Las primeras reuniones sirvieron para dejar claras estas cuestiones. Las mujeres dieron su permiso para que pudieran quedar registradas las conversaciones y aceptaron que estábamos en un espacio de confidencialidad y respeto mutuo.
En definitiva, en una primera fase, se trató de construir canales de comunicación y relaciones cordiales, en las que la escucha activa y respetuosa, hacía aflorar la riqueza expresiva y el estilo narrativo de cada una de las mujeres.
Una vez inmersas en la experiencia, y vencidos los primeros temores y desconfianzas, cada cual fue encontrando su sitio en el grupo, las voces se fueron singularizando, y se dio rienda suelta a las confidencias y emociones.
El único instrumento técnico que presidía nuestras sesiones era una sencilla grabadora de cintas de casete. Aparato que servía, además, como reproductor de música, uno de los elementos (disparadores de memoria) que utilicé en el taller.
Con el permiso de las asistentes, las sesiones fueron grabadas, ya que las historias debían recogerse con el máximo de detalle, respetando el léxico y estilo narrativo de cada una de las mujeres. También en este caso, y haciendo referencia a la intimidad, cada vez que alguna de las protagonistas quería hablar de algún acontecimiento demasiado delicado, doloroso o que simplemente no le parecía adecuado su uso y publicación fuera del espacio de reunión, se apagaba la grabadora. De ese modo se fueron creando lazos de confianza e intimidad entre las participantes, que han favorecido la comunicación en el más amplio sentido de la palabra.
- d)Los instrumentos técnicos y los contenidos de las sesiones
El proyecto no tenía, a priori, un guión cerrado en el que quedaran reflejadas las temáticas que íbamos a abordar; pero eso no significa una total espontaneidad en el método de trabajo. Había que conseguir que los relatos tuviesen un orden en el tiempo, para no perdernos, pero también ser muy flexibles con las necesidades de expresarse de las mujeres. Ese término medio entre orden y espontaneidad no es fácil, pero sí necesario, si no queremos frustrar las expectativas de las personas que se embarcan en este tipo de proyectos.
En este caso, sólo contaba con dos instrumentos muy sencillos que me ayudaban a ser un poco sistemática:
- Una ficha que me servía de guía para utilizar distintos elementos a nuestro alcance, con capacidad evocadora. Dependiendo del día y de la marcha del taller, utilizábamos unos u otros
- Un mapa conceptual en el que estaban contemplados todos los aspectos importantes que queríamos recuperar, de cada ciclo vital
Poco a poco fueron apareciendo las diferencias, los modos propios de narrar, la necesidad de resolver algunas deudas con el pasado, y en fin, las distintas personalidades: algunas necesitan hablar de ciertas vivencias muy íntimas, ocultas durante años y dejan en el ambiente un regusto de tristeza del que cuesta desprenderse. Otras, las más extrovertidas, necesitan dar toda clase de detalles y se alargan en sus relatos; las hay discretas, poco proclives a entrar en cuestiones demasiado íntimas, las que no han podido desprenderse del victimismo, provocado por los dramas que les ha tocado vivir, y en fin, las que contemplan su pasado con un cierto idealismo, destacando sólo aquellos acontecimientos y detalles agradables que hacen sonreír y evocar imágenes, olores y sabores perdidos para siempre.
Las mujeres disfrutaban recordando, juntas, todo lo que habían compartido, como niñas y jóvenes de la posguerra; pero, sorprendentemente, salieron a la luz historias y anécdotas llenas de nostalgia y de ternura, junto con terribles episodios ocultos, que con el paso del tiempo y la experiencia, adquirían nuevos significados y permitían una reconciliación con el pasado.
De ese modo se fue encarnando en una realidad local, lo que llamamos trabajo de proximidad; un enfoque que pone el énfasis en el cómo más que en el qué; en los procesos, más que en los propios resultados. En ese sentido fue hermoso asistir al desbloqueo de unas ciertas defensas iníciales, para dar paso a la expresión cada vez más genuina, al descubrimiento de las capacidades individuales, para narrar y dar sentido a la propia vida e ir descubriendo las experiencias comunes. El paso del YO al NOSOTRAS era un proceso que había que hacer, para ir adquiriendo una cierta conciencia colectiva: como mujeres y como personas que han sido protagonistas del nacimiento y desarrollo de un pueblo.
Precisamente ese descubrimiento de “las otras” ha resultado especialmente rico, porque ha redundado en unas relaciones más auténticas. Entre las mujeres ha surgido un lazo especial, movido por la admiración, la empatía y la complicidad.
Es aquí donde tiene sentido esa doble dimensión del relato de vida, de la que hablan algunos antropólogos: la terapéutica y la ciudadana; es decir, la individual y la colectiva. .
- 1.El cierre del proceso
En el mes de Junio de 2006 finalizaron las seciones, aunque durante el curso 2006-2007 tuve que continuar personalmente con las historias de vida; pero a través de entrevistas individuales en profundidad, ya que seguía adelante el compromiso de volcar en una publicación el resultado de la actividad.
Sin embargo, debo aclarar que, antes de dar por finalizada la redacción final del trabajo, las mujeres pudieron acceder al contenido de sus historias. No hay que olvidar que el material con que contábamos era muy sensible desde el punto de vista del respeto a la intimidad de terceras personas que podían aparecer en la publicación.
La fórmula que consideré más adecuada para esta tarea fue la lectura grupal en voz alta, ya que, como antes he dicho, la mayoría de mujeres tienen dificultades para la entender un texto. Nos reunimos de nuevo durante varias semanas, para corregir, eliminar, puntualizar o matizar los contenidos de cada historia.
En definitiva, un año después del cierre de la actividad, las historias volvían al mismo lugar donde se iniciaron los relatos, pero ahora ya no eran ese guirigay desordenado de voces y anécdotas mezcladas con el café de la tarde y las labores. El texto resultante de todo ello tenía un orden, un sentido, un lenguaje y unas imágenes. De esa forma devolvimos a sus protagonistas la riqueza y la emoción de cada historia particular. Pero, sin apenas darse cuenta, ellas nos habían dado mucho más; algo que trasciende y habla de nuestro pasado común, como mujeres de varias generaciones.
Y es que al acercarnos al relato final, nos adentramos en una España oscura y mísera, en la que las mujeres pobres, más que ninguna, tuvieron que sufrir las injusticias de un sistema político e ideológico, en el que la Iglesia ocupaba un lugar preponderante. A ellas se les negó una infancia como la que nosotros ahora conocemos, porque trabajaron desde muy pequeñas, pero sobre todo se les negó la posibilidad de aprender a leer y a escribir. Fueron madres de sus hermanos, antes que de sus propios hijos, y tuvieron que hacer de la necesidad virtud, para administrar la miseria en la que tuvieron que sacar adelante a su familia. Pero también nos han regalado una bocanada de aire fresco: su proceso de cambio a partir de los años ochenta. La ocupación de los espacios públicos: plazas, centro cultural, escuela de adultos, asociaciones… Sus vidas son las vidas de tantas y tantas mujeres que han sido sistemáticamente silenciadas e invisibles.
Quiero acabar con estas sencillas palabras que en su día pronunció la gran escritora: Virginia Wolf:
“Porque todas las cenas están cocinadas, todos los platos y tazas lavadas; los niños han sido enviados a la escuela y se han abierto camino en el mundo. Nada queda de todo ello. Todo se ha desvanecido. Ni las biografías ni los libros de historia lo mencionan. Y las novelas, sin proponérselo, mienten”. (Virginia Wolf)
Muchas gracias.